Recuerdo que la última vez que lo vi antes del viaje, estaba total mente desarmado y solamente un entendido podría adivinar la silueta de un Alfa.
Pasaron tres meses hasta mi primer viaje de regreso y debo confesar que de Ezeiza me fui directo a lo de Petrucci!
Realmente el cambio ya se notaba, el techo había sido colocado en su posición correcta, la cola y el baúl, los cuales estaban caídos, ya habían sido levantados y todas las partes podridas de chapa habían sido reemplazadas, dándole a la carrocería, un aspecto más fresco, a pasar de la profundidad de la restauración.
Un tema del cual Sierra me comento en reiteradas oportunidades era el de las llantas y sus respectivos neumáticos. Mi Alfa tenía llantas que habían sido ensanchadas para poder calzarles neumáticos de Peugeot 504.
Claro, el 2600 calzaba las 165x400, inexistentes en Argentina y con muy pocas dando vuelta por el mundo. No se trataba de una medida muy popular, aunque el Citroën 11 Legere tenía las mismas y gracias a ello, Michelin hace una pequeña tanda una vez al año. Por suerte, todo lo que sea compra en el exterior es mucho más fácil que en Argentina y una vez localizadas las 165x400, al poco tiempo ya estaban en casa. El tema de las llantas no era tan fácil, aunque por suerte, tres de las originales, aunque en muy mal estado, estaban dentro del baúl del 2600 el día que lo compre. Pero necesitaba una más, aunque mas no fuere, para poder calzarlo y tener una de las ensanchadas como de auxilio.
Pero como “para eso están los amigos “no se me ocurrió mejor idea que llamar a Horacio Moyano. Si hay alguien que conoce todas las “cuevas “habidas y por haber en cualquier lugar del planeta, es el.
A la semana, me llama y me dice que en un desarmadero en las afueras de Montevideo localizo dos, una en muy buen estado y la otra con mucho trabajo para hacerle encima y que me quede tranquilo que ya les dio el “manotazo”.
Al siguiente viaje a Buenos Aires-tres meses después, una nueva visita a lo de Petrucci junto a Rafa, aunque les hablaba por teléfono a ambos diariamente y estaba completamente al tanto de los diferentes pasos dados en la restauración.
Ya la imprimación se había apoderado de la carrocería y se podría comenzar a adivinar el estupendo trabajo de Petrucci, donde ya era imposible descubrir el lugar de los remiendos, y mis latidos comenzaban a acelerarse…